lunes, 29 de agosto de 2011

Josu y el campo de trabajo





El sol no se pondría aquella mañana. La niebla que como cada día se acercaba a despertarnos no quiso aparecer aquel día.

Los murmullos que nacían de lo más profundo de las tiendas de campaña hicieron que el campamento fuera amaneciendo. Ya había gente apiñada en la orilla del río y aunque algún rezagado seguía haciéndose el remolón en el saco los más enérgicos esperaban la llegada del Orden del Día. Cargada la dinamo con ese pedazo de desayuno que prepararon nuestros cocineros, nos pusimos en marcha; el destino: Lario.

Con el fin de concienciar a la sociedad, respetar y mantener el medio en el que vivimos, decidimos hacer una criba por un pequeño riachuelo para limpiarlo, cuanto más, mejor. Al principio parecía una tarea sencilla: algún que otro ladrillo, trozos de plástico, cuerdas… pero a medida que el cauce nos llevaba montaña arriba nos preguntábamos los unos a los otros, la necesidad de tirar al río pilas, hierros, hormigón armado, neumáticos…

Agotamos casi todas nuestras energías al desenterrar una plancha de un calentador y una batería de coche; así pues, Ernesto, el encargado de la casa de parque, nuestro acompañante y mentor durante la tarea ya narrada, nos invitó a comer a un pequeño bar en Polvoredo en el que nos recibieron como a hijos pródigos.

A pesar de haber comido demasiado, a final de la tarde descubrimos nuestro vellocino de oro: una mina abandonada, vestigios de un bar antiguo y de un dueño irresponsable, nada más y nada menos que nueve cajas cargadas con un total de 200 cascos de botellas de cerveza, fanta embotellada en el año 76…

Todo un triunfo, la primera parada en nuestro camino de la ruta. La única pega, que nos fuimos habiendo recorrido sólo 1,7 kilómetros de un total de 2,5 km.

Dejamos pendiente, recorrer el resto para la próxima visita.


Josué Prieto

No hay comentarios: